De repente, me percaté de que, al fondo, la presencia de otra figura ajena al vaho transgredía el diáfano albor. Al principio, tan solo era una silueta borrosa, después, acostumbrando la vista y aproximándome unos pasos más, se reveló ante mí el perfil de una mujer cubierta con bata de baño y una toalla enroscada como serpiente sobre su cabeza a modo de turbante.