Puesta de luna

El viento marino soplaba helado trayendo noticias de otros lares; y el suéter no bastaba, mi cuerpo entero tiritaba. Apreté mis piernas contra el pecho para detener el temblor y resistir la fuga de calor corporal; apoyé el mentón sobre las rodillas. Sentada sobre la arena contemplaba la Luna llena: estaba tan hermosa que qué importaban las inclemencias, el frío y hasta el resfriado de al día siguiente. La Luna que nos ha hecho suspirar a tantos, la musa de artistas de todos los tiempos y rincones del mundo, la inspiración de múltiples leyendas, obsesión de científicos y hombres lobo; su conquista, el fin último de las potencias mundiales de a mediados del siglo XX.

El satélite brillaba incandescente, quemaba la retina, así que procuré no mirarlo directamente, en cambio veía a mi alrededor: aquella profunda oscuridad que lo cubría todo, interrumpida únicamente por el reflejo del plateado disco sobre el inquieto manto del mar. Agudicé mis sentidos y fui capaz de escuchar a los ignotos habitantes de los abismos oceánicos.

Inhalé profundo y por mi nariz se coló la perfección del cosmos. Una armoniosa sinfonía sonaba: mi respiración, el bombeo de mi sangre y mis entrañas en movimiento; en perfecta sincronía con el crujir de la arena, el rumor del mar y el silbido del viento.

Imaginé que si hay seres en la Luna, deben de ser tan pequeños que el hombre no los ha alcanzado a ver. ¡Qué trastornados y afectados se habrán visto sus microscópicos oídos al oír el escándalo de la humanidad alunizando con sus naves en aquel apacible lugar!

Estaba yo hecha un nudo, abrazando con fuerza mis piernas contra mí, en la Tierra, en la arena, en aquella noche fría de plenilunio cuando la Luna descendió: los hilos invisibles que la sostenían se comenzaron a soltar, la Luna se acercaba a su amigo el mar.

Entonces algo inusitado sucedió: el cielo se comenzó a tornar de unos colores que ningún ojo humano hubiese vislumbrado antes; la oscuridad se transformó en un baño de colores que no existen en ningún catálogo cromático: novedosos colores primarios, secundarios, terciarios y hasta cuaternarios pintaban el cielo.

¡Era una puesta de Luna! Aunque tenía tonalidades distintas a las de cuando en el atardecer el Astro Rey se mete, esta puesta de luna se expandía de igual forma que la del sol: un derrame de tintas diluidas que arranca en el horizonte y se desparrama por toda la bóveda celeste.

Fotografías de: Lyv Jaan Instagram: @lyvjaanFacebook: Lyv Jaan

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Harán ya quince años de que tuve este sueño. Cuando desperté de él quise dibujarlo y esto es lo que mis habilidades manuales me permitieron hacer.

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