Planetario

He perdido la cuenta de las veces que he soñado que voy en un auto con mi padre. Él siempre va al volante, al mando; yo, su copiloto. 

De pequeño me asustaba porque soñaba que el auto empezaba a volar y él abría la puerta y saltaba, y yo me quedaba con miedo por no saber manejar, intentaba cambiarme al asiento del piloto y cuando estaba por tomar el mando del volante despertaba. 

Los sueños han ido cambiando con el tiempo, a veces simplemente voy yo solo del lado de copiloto mientras la nave se mueve sin rumbo fijo. Pero esta madrugada he despertado sobresaltado. Mentiría si digo que recuerdo el sueño con lujo de detalles pero lo que ahora les voy a contar es tal cual lo recuerdo. 

Estoy a orilla de carretera, una carretera desolada. El auto yace estacionado y mi padre ha dejado la puerta abierta (una vez más), en mi imaginario pienso que él ha salido a hacer una parada técnica (hacer del baño o revisar alguna llanta). Espero ansioso en mi lugar y pasa el tiempo demasiado lento, de pronto me doy cuenta que han pasado varios minutos y justo de detrás de una curva, aparece el tintineo de unas luces roji-azules. Son las luces de una patrulla vigilante que pasa por ahí. Siento que debo encender las intermitentes para que no parezca extraño el estar estacionado sin aviso alguno, pero resulta contraproducente y llamo la atención del oficial, que se orilla de igual forma y se coloca justo delante de nuestro auto. 

Mi padre sigue sin aparecer y el policía ya se ha bajado de la patrulla para hacer la inspección de rutina. Viene con una lámpara de mano que apunta a la ventanilla del copiloto y al encontrarse nuestras miradas él hace un gesto de amabilidad sonriente como entendiendo que me encuentro esperando a alguien y que no represento ningún peligro. 

Entonces el policía regresa a la patrulla y hace una seña al interior, al tiempo que un tipo sale de la parte de atrás con un cuchillo en la mano.

De hecho no alcanzo a distinguir si es un cuchillo o un fierro, o algún metal puntiagudo. Conforme se acerca alcanzo a apreciar mejor el objeto y veo que se trata de un pico, de esos que se usan para arar la tierra. Y el tipo que lo lleva se acerca furioso y comienza a golpear salvajemente el parabrisas. Yo sigo dentro, muy asustado, esperando a que mi padre aparezca pero sigue sin dar señal alguna. El tipo aparece con el pico ahora del lado de mi ventana y cuando está a punto de dar el golpe, mi padre aparece nuevamente sentado a mi lado y arranca el auto con desesperación. 

Al principio siento una especie de alivio y de urgencia por salir de ahí, pero apenas se ha puesto en marcha alcanzo a ver que mi padre viene en un estado de ebriedad muy avanzado y comienza a hacer movimientos extraños en la carretera. 

La patrulla nos sigue con la sirena encendida y en algún punto le digo que se esconda entre la maleza para dejarlos pasar. Mi padre sigue sin hacer caso y como si fuera un zombi automatizado sigue manejando. Yo intento mover un poco el volante pero él no me deja. Por fin logramos dejar atrás las luces roji-azules. 

Le insisto en que yo debo manejar pero el sigue obstinado en hacerlo y toma un camino de terracería, sin saber muy bien a dónde vamos.

Hay una pendiente bastante inclinada y conforme vamos subiendo se va iluminando el terreno. Llegamos a la cima y ahí frena de forma súbita. 

Mis ojos no pueden creer lo que estoy viendo… es un valle rodeado de elevadas montañas y en el centro, en la parte más baja flota una luna llena, hermosa, brillante, como si fuera un huevo gigantesco que posee toda la magia y la paz del mundo.

El paisaje comienza a hacerse más claro y veo que la luna está rodeada de otros planetas gigantescos que giran lentamente sobre su propio eje, suspendidos como esferas nucleares que iluminan las montañas.

Y como sucede en cualquier sueño sin transiciones lógicas, de pronto aparecemos con el auto recorriendo los pasillos de un mercado. Una especie de tianguis de los domingos, con sus carpas rosas y sus ruidos y sus olores.

Mi padre sigue conduciendo a alta velocidad y por poco atropella a una quinceañera que lleva un vestido fosforescente que apenas cabe en los pasillos. Aparece también una pareja de travestidos que se besan efusivamente en una camioneta que transporta frutas y verduras. Y entonces despierto… sobresaltado sin haber entiendo mucho… más bien nada… tratando de no olvidar lo que acababa de ver…. y escribo….

David Léspar (Álvaro Buenaventura): colaborador, amigo y aliado de En Sueños. Nos cae increíble porque siempre nos comparte sus nuevos, fascinantes y alucinantes descubrimientos de artistas.

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