Por fuera parecía una simple montaña que sobresalía del agua. Era una estructura enorme de piedra gris. A la distancia daba la sensación de ser fría, pero al tacto se sentía cálida y muy lisa, como si estuviese cuidadosamente limada. Una parte estaba sumergida en el agua y la otra estaba en el exterior.
Yo vivía dentro de la estructura, abajo, en donde el agua cubría a la montaña. Ahí abajo había cuevas donde se respiraba fácilmente, el aire era limpio y se podía mirar al océano como en un acuario gigante. Cristales naturales permitían ver la vida marina. Era tan bello que era un museo para niños.
En una de las cuevas, una con un cristal enorme natural en el techo, estaba mi habitación. Acostada en la cama miraba pasar los peces arriba de mí; veía a los niños pasar y admirada por la maravilla natural de la montaña acuática pensaba: «Qué suerte tengo de vivir en un lugar tan especial, de poder mirar a los niños y de que se haya manifestado mi sueño de estar en un lugar naturalmente extraordinario.»
Bella Attie: mujer que lleva chinos sobre la cabeza y mágicos pensamientos dentro de ella. Espléndida madre, terapeuta y bailarina de danzas circulares.