Una noche estrellada, a la orilla del mar, encontré una alta estructura de andamios. La trepé confiada, sin miedo a la oscuridad, a la altura, a mi torpeza, a la incertidumbre de lo qué me esperaba allá arriba (o allá abajo, si es que caía).
Mientras subía pensé que la sensación de intrepidez era idéntica a cuando de niña trepaba árboles sin atisbo alguno de temor. Mis papás en cambio, desde abajo, temblaban al verme balanceada por el viento en la rama más alta y endeble del follaje; llenos de ese miedo a la altura y a la muerte que se va adquiriendo con los años vividos. Pero yo, apenas una niña, sabía lo que hacía y me sentía segura encaramada en la fronda del árbol. ¡Qué placentero el volver a sentir aquella noche la confianza en mis pasos! ¡Cómo lo había extrañado!
Seguí escalando con pasos certeros, agarres precisos y mente plena. Me acompañaban a cada tranco el rumor del mar; el sonido de las olas que reventaban a la orilla; el agua extendiéndose por la playa; el cuchicheo de la espuma que se disolvía; y el clamor de la marejada retirando su cobija. Detrás del horizonte se abultaba el manto acuoso antes de volverse a alzar para, en vivaces olas, tenderse de nuevo sobre la cama de arena.
Al alcanzar la cima de los andamios, me senté en una tarima de maderos, miré hacia la profundidad del océano, escuché al viento y saboreé la brisa salada. De pronto, en ese sosiego absoluto, el cielo me sorprendió con un regalo para celebrar mi audacia: una lluvia de estrellas fugaces que se entremezclaban con el centellar de la luna reflejada sobre el oleaje.
Imágenes y video de: Daniela Mora / Instagram: @morazvl / Facebook: Daniela Mora Para leer sobre el artista y su colaboración con En Sueño, da click en el botón de abajo.
me parecio simboloco que el titulo sea “sin miedo” y la foto tenga la cara cubierta con un velo de novia…
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