Di con el trabajo de Efra navegando a través de los misteriosos laberintos por los que te pierden y encuentran las redes sociales, en particular, el Instagram. Al instante me volvió absolutamente loca lo que hacía Efraín. Le escribí en privado sobre su última publicación: “Me encanta todo, desde la firma hasta el tacón.” Ante una respuesta lisonjera, le pregunté atrevidamente que si quería colaborar y me dijo que sí. No saben mi emoción.
“¿Te queda si nos encontramos en el Parque México el martes a las cinco de la tarde?”
“Sí, perfecto” Efra me contesta.
“Órales, pues te veo en la fuente de la chichona, ¿va? Llevo un perro flaco y un abrigo gris.”
“Ahí nos vemos. Llevo chamarra de mezclilla y voy con un amigo que trae chamarra verde.”
Aunque tonos de mezclillas y de verdes hay millones, cuando llegan Yamuki y Efraín los reconozco de inmediato; sí por su descripción, pero también porque había algo en el rostro de Efra que me parecía conocido.
Me entero de que habían hecho una hora y media de camino desde su casa, de que Efra había cancelado un compromiso familiar y de que cuando propuse “la fuente de la chichona” como punto de encuentro no supieron de qué demonios hablaba; sin embargo, Efra no me había preguntado nada, me había dicho “sí, perfecto” y se las ingenió para llegar a nuestra cita con puntualidad inglesa.
Descubro con asombro que aquello que me resulta familiar en Efra son las mismas facciones que había visto ya en sus pinturas y dibujos. Además de los pómulos altos y prominentes que están presentes en la mayoría de sus personajes, me es difícil especificar en qué más se le parece el artista a su arte, no es que sean las mismas cejas o la misma nariz, sin embargo, el parecido es evidente y destacado. Me parece fascinante apreciar que una parte del ser de Efra, una escencia, está regada por toda su creación, desde en la obra más desoladora y violenta, hasta en la más sensual y dócil.
Ya que venían desde tan lejos pues hay que aprovechar que el clima está agradable y de que tenemos muchos temas de conversación. Nos sentamos a platicar en una de estas bancas con techito dizque de troncos de madera del Parque México y el Dudas, el perro flaco con ojos de chino, se sienta frente a Yamu y le da la patita durante un buen rato para que le haga cariñitos; luego repite la operación ahora con Efra.
La complexión alta y grande de Efra, su cara de rasgos amplios a la vez que tiernos y su piel tersa son de una belleza no hegemónica (este último término lo aprendí de Yamuki aquella tarde) que cautiva y deslumbra.
Nos paramos de la banca y nos dirigimos a un puesto de paletas heladas y seguimos platicando. Efraín y Yamuki se conocieron en la prepa, llevan nueve años de hacer equipo. Me conmueve ver cómo se apoyan y complementan. Yamuki está interesado en hacer foto y video, así como en comunicación de cultura. ¿Qué mejor dupla? Juntos hacen de cuando en cuando performances y exposiciones en conjunto. Ambos son estudiantes actualmente de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México: Yamuki estudia la carrera Comunicación y Cultura, mientras que Efraín la de Arte y Patrimonio Cultural.
Estamos caminando en el parque con nuestras respectivas paletas en mano y con el Dudas jalando de la correa y dirigiendo nuestro destino a su voluntad, mientras aprendo más de quien sería mi futuro colaborador:
- Efra tiene una hermana gemela que ya es madre.
- Tiene en casa tres perros y le encantan los gatos egipcios.
- Trabajó por una temporada en un Call Center y concluye que aún de los empleos no deseados aprende uno.
- A lo que más miedo le tiene es a la muerte, pero más en específico, al deterioro.
- El sueño que más recuerda es el de una ola gigante de agua cristalina que se vuelca sobre él y que lo llena de paz.
Efraín pertenece a la Agrupación Línea Continua conformada por dibujantes de diferentes universidades de la CDMX; al Colectivo Me Vacían El Corazón, donde diversos artistas intervienen chamarras de segunda mano; también forma parte del consejo editorial del fanzine Opúsculo y es integrante del colectivo Retrovisor de Arena. Este último fue, en sus palabras, «donde todo inició». Creado por él, Yamuki y una maestra suya de artes plásticas de la preparatoria, Liliana González Lerma, aún hasta la fecha sigue en activo realizando proyectos y exposiciones.
Poco antes de despedirnos, Efra me cuenta que comenzó a pintar desde niño, incluso desde antes de entrar a la primaria, cuando una amiga de su mamá le regaló unas acuarelas. Desde entonces no ha parado, es su vida y su lenguaje. Me dice: “Me gusta provocar, pero no sé de dónde me salen estas ideas tan locas.” Al mismo tiempo confiesa: “Creo que son gritos desesperados. Una urgencia por dejar de guardar secretos.” Lo cual encaja perfectamente con el sueño que Efra eligió ilustrar: El Informante Incorpóreo.
Ver su colaboración en En Sueños aquí:
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