Misha es de la misma tribu que yo: crecido en la ciudad de Colima, de papá de origen judío, de madre de origen católico, pero criado en el agnosticismo; amante de la comida y artista.
Su papá ofició una especie de Brit Milá para mi hermano en el mismísimo cuarto de hospital en el que nació; mi mamá fue maestra de Misha y de su hermana, Shanti, en un taller de Cuento para niños; Shanti tocaba el violín conmigo en una orquesta infantil (ahora es una gran chelista); nuestros papás organizaban desayunos que se alargaban hasta las horas del almuerzo; las mermeladas “Manjar de Fruto de la Pasión”, con receta del papá de Misha, eran el regalo más apreciado y esperado por mis tíos y primos en las fiestas decembrinas.
Misha estudió Caricatura en la School of Visual Arts de Nueva York. Después de 9 años, cansado por el ajetreo de la gran ciudad, decide establecerse en una no mucho menos agotadora metrópoli: en la Ciudad de México. Aquí funda junto con su pareja, Mónica Morais, una exitosa empresa de diseño y desarrollo web: Cantaloopmx, en la que sus integrantes y socios se autodenominan artesanos digitales.
Finalmente, Mónica y Misha deciden regresar a Colima para bajo la sombra de los volcanes, en la calma y el sopor tropical —a la par de Cantaloop— abrir el negocio que satisface la verdadera pasión de Misha: la cocina/ la comida, en específico, los sabores especiados de Medio Oriente, con los que Misha se deleitó en los puestos callejeros durante su estancia en la Gran Manzana.
Patz Patz, el restaurante que, después de estar únicamente disponible para servicio a domicilio, actualmente se encuentra establecido en una terraza frente a la planta de producción de la célebre cervecería Colima. Quizá está mal que lo diga yo, pero es la puritita verdad, aquí preparan los mejores kebaps que uno pueda comer, por lo menos en todo el territorio mexicano. Con pan pita elaborado por ellos mismos; los ingredientes y el modo de preparación son los correctos para alegrar al paladar.
Mientras que planeábamos la colaboración para En Sueño me quería volver chango porque Misha me contestaba días o hasta semanas después, lo que le valió el apodo de “El Calamidad”. Habiendo dedicado tantos años a estar detrás de una computadora, mandando correos electrónicos y usando programas de diseño; Misha se ha retirado en Colima del mundo digital, cual un auténtico ermitaño, cerca del fogón y lejos del Internet.
A Misha y a su hermana no tengo que verlos a diario para quererlos como si fueran familia. Punto y se acabó. Tenemos un vínculo que se basa en el mero conocimiento de la existencia de una alma errante como la propia.
Ver su colaboración con En Sueño aquí:
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