Desde que empecé a pasar las noches en casa de Agustina esa foto se había apoderado de mí.

Delirios sobre universos oníricos. Construyendo un subconsciente colectivo.
Desde que empecé a pasar las noches en casa de Agustina esa foto se había apoderado de mí.
Necesitaba una nueva manera de describir aquel espectro a quienes no habían visto lo que yo.
Yo era una especie de guía local que tenía a mi cuidado a un grupo de viejitos gringos —luego se sumaban también unos españoles— que
Únicamente un oído agudísimo podría haber escuchado el batir de cientos de corazones convulsos.
Ahí estaba Ella otra vez. Después de tanto tiempo se volvía a sentar en aquel sillón verde olivo que detestaba desde siempre. Sentarse en él