De súbito, un fuerte viento golpeó mis “alas” y, ¡oh, sorpresa! quedé suspendida en el aire.

Delirios sobre universos oníricos. Construyendo un subconsciente colectivo.
Reto: Cada domingo del 2019 publicaré un sueño.
De súbito, un fuerte viento golpeó mis “alas” y, ¡oh, sorpresa! quedé suspendida en el aire.
le traté de explicar al señor director que yo no era la persona indicada, que apenas y sabía algo de música: las notas —do, re, mi, fa, sol, la, si, do—, la clave de sol, las negritas y las blanquitas, pero que nunca, ni en muchas vidas de intención, hubiese yo podido componer, no digas una sinfonía: no, no hubiese podido siquiera componer Martinillo.
El marrano afortunadamente no tenía idea de lo peligrosas que pueden ser las letras y nos permitía el placer de la lectura, sin saber que con esa licencia comprometía sus marranadas y su vida misma.
A pesar de que durante los veranos en Tampumachay, la temperatura se alzaba sin ninguna mesura, los habitantes del condominio no utilizaban jamás las albercas. Preferían refrescarse encerrados en sus alcobas y automóviles, dentro de los cuales encendían los aires acondicionados a toda potencia para poder combatir los calores infernales.
Una vez listos, estos especímenes salían esplendorosos de sus crisálidas, directo a los reflectores donde asombraban a toda la audiencia con el último número de la noche, titulado “Los Seres Fantásticos”.
Raúl agradece por el micrófono al público asistente y la multitud estalla en aplausos y gritos coreados de “¡otra, otra, otra!”. Raúl voltea hacia atrás